sábado, 20 de marzo de 2010

El nacionalismo visto desde los años 30


Se ha hablado tanto de la decadencia europea, que muchos han llegado a darla por un hecho. No que crean en serio y con evidencia en él, sino que se han habituado a darlo por cierto, aunque no recuerdan sinceramente haberse convencido resueltamente de ello en ninguna fecha determinada.
Es un paisaje de ejemplar puerilidad el que ahora ofrece el mundo. En la escuela, cuando alguien notifica que el maestro se ha ido, la turba parvular se encabrita e indisciplina. Cada cual siente la delicia de evadirse a la presión que la presencia del maestro imponía, de arrojar los yugos de las normas, de echar los pies por alto, de sentirse dueño del propio destino. Pero como quitada la norma que fijaba las ocupaciones y las tareas, la turba parvular no tiene un quehacer propio, una ocupación formal, una tarea con sentido, continuidad y trayectoria, resulta que no puede ejecutar más que una cosa: la cabriola.
Es deplorable el frívolo espectáculo que los pueblos menores ofrecen. En vista de que, según se dice, Europa decae y, por lo tanto, deja de mandar, cada nación y nacioncita brinca, gesticula, se pone cabeza abajo o se engalla y estira dándose aires de persona mayor que rige sus propios destinos. De aquí el vibriónico panorama de «nacionalismos» que se nos ofrece por todas partes.

En los capítulos anteriores he intentado filiar un nuevo tipo de hombre que hoy predomina en el mundo: le he llamado hombre-masa, y he hecho notar que su principal característica consiste en que, sintiéndose vulgar, proclama el derecho a la vulgaridad y se niega a reconocer instancias superiores a él.

Ortega y Gasset, La rebelión de las masas, 1930.

Éste fragmento lo tomé por la opinión de Ortega sobre los nacionalismos. Para él, la falta de una instancia superior que guiara la sociedad daba como resultado esta dislocación y surgimiento de los nacionalismos, como un paso atrás, entiéndase, en la mejora de las condiciones de vida por falta de capacidad para resolver los problemas principales y presentes de entonces.
En aquellos años, ya predijo alguno de los problemas de la Republica en España, como será el problema del nacionalismo catalán, principalmente. ¿Entendería Ortega y Gasset años después, la fuerza del nacionalismo catalán como una falta de poder y perspectivas del gobierno republicano? (De momento no lo he comprobado, ya intentaré averiguar). Lo que está claro es que la República tuvo muchísimos problemas en sus inicios, y prácticamente toda su existencia, a pesar de que se diga hoy día que España pasó una transición a la República de una forma pacífica. Nadie se ponía de acuerdo para solucionar los problemas y todo era un rifirafe entre un grupo de varias generaciones de izquierdas y otro de derechas, básicamente es lo que ha sucedido en España desde el surgimiento del liberalismo en las Cortes de Cádiz. Problema añadido, para que un siglo después, el surgimiento del hombre-masa del que habla Ortega y Gasset, fuera concebido en este ambiente de lucha ideológica, que no dejaba ver otra cosa que no fueran disputas, en un principio entre conservadores del antiguo régimen y liberales, y más tarde entre conservadores de un antiguo régimen más que periclitado y conservadores de una "izquierda" llena de prejuicios e ideas caducas, como la lucha anticatólica y fanatizada por el poder del Estado desde que surgió la Revolución Bolchevique.
Ortega y Gasset se refería también y más concretamente a los nacionalismos surgidos en el centro y este de Europa como consecuencia de la I Guerra Mundial, en el Tratado de Versalles, y que perjudicaron fundamentalmente al imperio austro-húngaro. Unos nacionalismos creados con la condición de contener la avalancha bolchevique. A finales del s. XIX, Otto Bauer se decidió a atajar el cariz que estaba tomando el problema del nacionalismo a consecuencia de la confusión que estaba arraigando en las masas obreras. Éstas comenzaron a supeditar y mezclar la cuestión de la lucha de clases al nacionalismo. Ya Marx, que había tocado el tema nacionalista de pasada, había advertido que el nacionalismo quedaba supeditado a la lucha del movimiento obrero internacional y que en caso de constituirse una nacionalidad nueva debía de crearse en u territorio lo más grande posible, todo ello bajo la solidaridad obrera internacional. Otto Bauer comenzó por destacar dos tipos de naciones, las naciones con historia (con una larga trayectoria, incluso anterior al capitalismo) y las naciones sin historia, para después, definir el nacionalismo como, “una comunidad de carácter, producida por una comunidad de destino”. Más adelante y como motivo, también, de la necesidad de agilizar la administración austro-húngara y modernizarla, los austro-marxistas elaboraron un programa de Autonomía Cultural Extraterritorial, que se llevaría a cabo, pero con una autonomía muy limitada, basada básicamente en unas corporaciones jurídicas públicas, con atribuciones culturales, administrativas y legales.
Todo este esfuerzo quedaría en vano tras la I Guerra Mundial, y a día de hoy, Hungría es un país que sigue viviendo del recuerdo de su país pasado, principalmente porque le desgajaron prácticamente la mitad de su territorio y hoy no es raro ver familias que viven separadas en diversos países, o ver como se discriminan a los húngaros en Eslovaquia, con un porcentaje de representación de hasta un 30% de la población eslovaca. Hoy, Eslovaquia y Rumania han sido los países de nuevo cuño que mantienen una mayor cantidad de habitantes húngaros, siendo Rumania el país que más tierra de Hungría llegó a acaparar.

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