lunes, 22 de marzo de 2010

¿Quién fue Blas Infante?


«En los veinticinco años que median desde que Andalucía comenzó a organizarse como comunidad autónoma hasta el presente, Andalucía ha vivido el proceso de cambio más intenso de nuestra historia, y se ha acercado al ideal de la Andalucía libre y solidaria por la que luchase incansablemente Blas Infante» (Del Preámbulo de Estatuto de 2006.)

Se celebra el día 28 de febrero, el día de aprobación del Estatuto de Andalucía de 1981, ampliado en el 2006. Andalucía tiene 28 años de existencia como Comunidad Autónoma del Estado español. Dicho Estatuto de Autonomía es la norma institucional básica española de cada Comunidad, reconocida en la Constitución de 1978.
Los símbolos andaluces fueron creados en 1918, en la Asamblea de Ronda, donde Blas Infante (de religión musulmana) fue el responsable directo de la creación de la bandera, cuyo diseño justificó por el verde el color del Califato Omeya de Córdoba y el blanco, el propio del Imperio Almohade, periodos que desde su óptica fueron dos de las épocas de mayor esplendor de un poder político centrado en la actual Andalucía. El nacionalismo excluyente periférico andaluz queda patente en la ideología de Blas Infante y en la creación metafísica e idealista que hace de la identidad andaluza.
Y es que el legado cultural musulmán poco pudo introducir en la Península Ibérica y mucho parece que legó visto desde la perspectiva oficial o académica actual. Está probado que el arte hispano-árabe continua viejas tradiciones andaluzas, incluso son preislámicos el arco de herradura y las yeserías. Fueron los españoles conversos al Islam quienes crearon la civilización hispano-árabe, que poco a poco fueron atraídos por el islamismo por las ventajas fiscales que su conversión les procuraba, ya que de esta forma se eximían del pago de la chizia y el jarach, de las contribuciones personales y territoriales.
El color verde del Califato, imagen que si pudiera ser vista hoy día espantaría al ver las almenas de sus murallas coronadas por los cráneos de cristianos del norte y rebeldes andaluces. Conocida es la matanza del Foso de Toledo, por la cual Abd al- Raman II llevó toda su vida un tic nervioso en un ojo por las crueldades que tuvo que presenciar. El rey de Sevilla, Al- Mutadid, tenía adornado su jardín con las cabezas de sus enemigos convertidas en tiestos. Son inenarrables las atrocidades de los Ziríes granadinos. Mancharon torrentes de sangre las tierras andaluzas durante la conquista y dominación de Andalucía por los almoravides y almohades. Y siguieron derramándola los reyezuelos islamistas de los últimos siglos, por ejemplo en la matanza de los abencerrajes. Los reyes de Taifas que rigieron Al-Andalus estuvieron rodeados de riquezas que alcanzaban mediante la explotación de sus súbditos, e incluso mediante brutales rapiñas.
España se forjó luchando contra el invasor musulmán durante siglos y las siete cruzadas, espaciadas en doscientos años en la Europa oriental, nada tienen que ver con la multisecular y permanente guerra de recuperación territorial que implicaba los más absorbentes problemas de la vida colectiva de los reinos cristianos de la Península Ibérica.

El concepto de nación política está ligado a un Estado previo, y nace a raíz de la Revolución Francesa, cuando la frase “Viva el Rey” se transforma en “Viva la nación”. Una nación política que en su origen nace Republicana y es agregada a la Constitución española de 1812 extendiéndose no sólo a los residentes en la Península sino también a los pueblos americanos. Una nación que también es denominada Patria, y que la ampliación del Estatuto Andaluz de 2006 hace reconocer a Blas Infante como “Padre de la Patria Andaluza”.
El concepto de nación que se barajaba en la idea mítica de Andalucía procede en parte de la posterior evolución que tomo dicho concepto en la idea que le imprime Fitche, al inventar el concepto de Cultura y hacer de esta el fundamento del Estado. A partir de entonces, la idea de nación hace que en España surjan focos excluyentes, principalmente burgueses con intereses económicos, que inventan un pasado común a un colectivo dándole una impronta o señas de identidad culturales, fundamentando de esta forma un supuesto “Estado Mítico”.
Teniendo presente que la identidad andaluza se fue gestando por un grupo reducido de burgueses, entre ellos Blas Infante, habrá que constatar que dichas ideas tuvieron poco éxito entonces, y sigue teniéndolo aun hoy, por lo menos en cuanto a su identidad islamista constatada en mitológica por la realidad cultural de Andalucía. Constatación real ignorada por PSOE y el PP que al aprobar en 2006 dicho Estatuto Autonómico persisten en la asimilación de la identidad andaluza con el mundo islámico, ideas que no toda la población andaluza conoce y que son silenciadas.
Después de las elecciones constituyentes de 1931, se lleva a cabo una Asamblea de municipios sevillanos para abordar la consecución de la autonomía andaluza. Dicha propuesta fue muy poco popular (fomentada por la prensa andalucista), creando incertidumbre en el resto de provincias que veían un neocentralismo sevillano, llevándose a cabo la propuesta de unión de Granada, Jaén y Almería dentro de una región autónoma independiente, mientras Huelva se pensaba entre entrar en uno u otro bloque o incluirse dentro de Extremadura.

España trae tras de sí una tradición federalista de tipo anarquista, motivada por Pi y Margall, donde cada pueblo con algún rasgo distintivo puede libremente organizar su vida independientemente de un Estado centralista. Dicha idea es la que más predomina en la actualidad y a quedado demostrado con la aprobación del nuevo Estatuto de Autonomía. Pero a esta visión de una República Federal en España se contra pone, por otro lado, Luís Rivera haciendo una declaración distinta de los principios de una República Federal en España, en la cual lo principal es la unidad y defensa integral del territorio nacional, y “en la que se da una autonomía completa del municipio y de la provincia, en lo que toca a su gobierno interior, y a la libre gestión de sus intereses políticos, administrativos y económicos. No es, por tanto, la república que defienden la confederación de Estados o cantones, independientes y unidos solo por pactos y alianzas más o menos arbitrarias. Tampoco pueden aceptar la descentralización meramente administrativa, tal como la entienden algunas escuelas liberales; porque la descentralización explicada de esa manera, es la concesión gratuita del poder, y no el reconocimiento del derecho, que radica en la naturaleza misma de los municipios y de las provincias”. Quizás a la idea de República Federal de Luís Rivera se acerca más la II República española, que a la idea de Pi y Margall. Podemos leer en el artículo primero de la Constitución: “La República constituye un Estado integral, compatible con la autonomía de los Municipios y las Regiones”.

Marx desdeñaba esta forma de priorizar los nacionalismos identitarios o culturales sobre la perspectiva de clase, rechazaba cualquier pretensión de abstracción. Y esto es lo que hoy día persiste, en un sistema político donde los problemas reales son dejados de lado en pos de un potencial electorado fácilmente sugestionable, en nombre de la libertad, democracia, igualdad, derechos humanos, y una infinidad de conceptos abstractos que llegan fácilmente a las multitudes. No hay más que echar un vistazo a los discursos pronunciados por políticos actuales, así como la inevitable crisis actual que era predecible con bastante anterioridad y por la que nada se hizo para proteger a la población.
Esta tradición federalista se ve reforzada por la “Europa de los Pueblos”, en la cual ven una salida para sus pretensiones no sólo ya los nacionalistas vascos y catalanes, sino también ciertos políticos andalucistas. Fácilmente se puede apreciar lo contradictorio de la política de unión a Europa que reclaman los políticos españoles, sobre todo cuando se produjo la independencia de Kósovo, fuertemente criticada en España por las implicaciones que dicho proceso puede desencadenar en un futuro en España. Una Europa que para nada sigue la línea indicada por Marx de priorizar las reivindicaciones de la clase explotada, dando mayor importancia a la “cultura”, una cultura idealizada y burguesa, fácilmente convertible en mercancía para el mercado común europeo.
Por otro lado vemos la apropiación del concepto de autodeterminación libre de los pueblos que se hace sobre todo por parte de políticos vascos. Un principio que surgió en Europa en el contexto de las revoluciones democrático-burguesas de 1848 y se promovió, sobre todo, para resolver el problema de las naciones oprimidas incorporadas forzosamente a los imperios Zarista y Austro-Húngaro. Por esto, resultó una aplicación mecánica su inclusión en los programas de los partidos comunistas del Occidente de Europa. Así, desde su constitución en los años 1920-21, el Partido Comunista de España también incorporó dicha política a un contexto nacional que nada tiene que ver con los problemas surgidos en dicha época en las naciones orientales de Europa.
A partir del año 1975, con la muerte del general Franco, el nacionalismo regional de ciertas zonas de España reencuentra el tema de al-Andalus en su literatura. El fenómeno es singularmente patente en Andalucía por haber heredado en exclusividad el nombre de al-Andalus que en realidad denominaba a toda la Península Ibérica, la única región de pasado hispanoárabe, equívoco fomentado por el uso de andaluz como sinónimo de andalusí, por lo que los musulmanes nacidos en Tortosa, Valencia o Zaragoza se convierten anacrónicamente en andaluces. El nuevo nacionalismo andaluz retoma literariamente a al-Andalus como algo propio en una tradición que es tanto popular como política, pues ya el nacionalista andaluz Blas Infante , fusilado en la Guerra Civil, había evocado literariamente la figura de al-Mu‘tamid, rey de Sevilla, así como en 1990 Antonio Gala publica su novela El manuscrito carmesí, en la que se retoma al moro granadino, pues gira sobre la figura de Boabdil, el último rey de Granada.
El día 28 de febrero no va a ser un día festivo para la mayoría de la población andaluza, un día en el que la realidad de nuevo está más viva que la fantasía mítica de la clase política, cuando ya no se puede seducir con falsas palabras idealistas o simples mitos para una cultura burguesa.
Añadamos a parte esta advertencia de Al-Qaeda del 7 de octubre de 2001:“El mundo tiene que saber que no vamos a permitir que se vuelva a repetir con Palestina la tragedia de Al Andalus”.

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