sábado, 20 de marzo de 2010

El Socialista Sentimental, de Francisco Umbral


Extracto

Una noche fuimos la Susan y yo a una movida de don Enrique Tierno Galván, nuevo alcalde de Madrid, era en la plaza del Dos de Mayo y allí estaban los progres como sardinas, chicos y chicas, como en un concierto de los Rolling, sólo lucían las candelitas de los mecheros y había porros y botellas en cantidad, se estaba a gusto entre aquella multitud, nos hacen viejos, Susan, le dije digo a la Susan, los habría hasta de quince años, con su porro trompeta, que no sabían hacérselo, un olor a maría que tiraba para atrás, cuando llegó el profe, o sea, el viejo profesor, tuvo una ovación como los roqueros, igual, y le enfocó la tele y llegaba con su chaqueta cruzada y sus gafas tan limpias, como un señor antiguo o un procurador, se metía la mano derecha debajo de la solapa y con la izquierda actuaba, quiero decir que la movía como un cura, despacio pero con elegancia, «¿estáis todos colocados, hijos míos?, sííííí... ¿bien colocados?, sííííí, pues hale, a colocarse todos a gusto», y él subido en una tarima y miles de punkis alrededor, don Enrique, el único socialista a quien llamábamos de usted, hablaba de la justicia, la libertad, la cultura, el poder, y a los socialistillas nuevos los llamaba «esos chicos calvitos», Bustarviejo me tenía dicho a mí que Tierno era un marxista mecanicista, y eso con qué se come, en esto que la Susan me pasa un porro manchado de carmín, con las puntas de los dedos, la Susan no se pintaba de modo que suyo no era el carmín, pero había que tirar para adelante, le di una chupada y se lo pasé a una anoréxica rubita que estaba a mi lado, don Enrique seguía hablando y hasta cantó algo de gregoriano, toda la plaza cantó gregoriano, vaya movidón, Susan, y nosotros también, aquello parecía un entierro de un rey, pero en cachondeo, y así pasamos la noche y luego anduvimos por los cafés de Malasaña, Manuela y eso, donde daba
clases de griego García Calvo, que vino cuarentón de París, ni mayo del 68 ni goche divine ni hostias, nada como las movidas de don Enrique, nos acostamos de madrugada y echamos un caliqueño sin comerlo ni beberlo, que andábamos flotantes, es lo que me decía Bustarviejo al día siguiente, sí, Asís, Tierno es un marxista mecanicista, en efecto, pero es además un socialista culto, inteligente, que sabe conquistar a las masas, aquí en el partido no le quieren, lo ven peligroso, los intelectuales no tenemos nada que hacer con Felipe, salvo los cuatro que él lleva a la bodeguilla, pero en todo partido está prohibido el pensar, el tipo con iniciativas, el heterodoxo, Marx condenó el «aventurerismo revolucionario», como decía él, y en eso se basan para prohibir a la gente que piense, que se salga de la disciplina, que tenga ideas, pero todos los partidos son iguales, ya te digo, y el comunista peor, lo de Tierno es una aventura personal que se acabará en él, como eso que me cuentas del bocadillo, seguramente ese Moreno es un hombre de mérito para la revolución, y algo ha conseguido de momento, pero en la Federación empezarán a controlarle y, por otra parte, tu banco no creas que se lo va a perdonar, ése ya no hace más carrera, la verdad es que un intelectual no puede vivir ni dentro ni fuera del partido, y ahí veía yo en Bustarviejo al resentidillo, al hombre que quería un carguete, o publicar sus artículos y sus versos en los órganos del partido, y me daba como pena de él, y quién soy yo para tener lástima de este cráneo privilegiado, como dicen en el teatro, si no hago más que aprender cosas de él, el bar donde acudíamos estaba pintado de verde, con la televisión al fondo, sin sonido, y tenía una actividad continua, pero no ruidosa, buena para hablar allí con los vasos en el zinc, y material de mucho picar debajo de la cristalera, y una cueva de jamones al fondo, Bustarviejo, ¿hace un huevo duro para cada uno?, y nos tomábamos el huevo duro con sal y el riojita y a mí me parecía que ésa iba a ser toda la cena de mi amigo, solo en su
casa, que yo creo que no cenaba nunca, como los hidalgos de los libros, por la escuela mayormente, al bar acudían también otros grupos de la sede, cuando salían de alguna reunión, y nos saludaban como compañeros, a ver, pero distantes, una vez me pareció oír a mis espaldas «ese Bustarviejo le está comiendo el coco a Asís», y otro, «a Asís no hay quien le coma el coco, que lo tiene muy duro», me llené de valor y de rabia pero no me volví, si me vuelvo le doy con la mano, quieto, Asís, me dije, que te expulsan del partido, y me sentía más unido a Bustarviejo, que no era un hortera porque la sede de mi barrio estaba llena de horteras.
Una tarde fue a visitar la sede Alfonso Guerra, que no tenía el carisma de Felipe, pero podías hablar con él más sencillo, más abierto, y estuvo viendo los locales por encima y los compañeros le pidieron que nos dijese algo y Guerra estuvo improvisando, dijo que aquí en los barrios, en los pueblos de Madrid, en estas sedes y entre el vecindario, es donde se hace el verdadero socialismo y que en el Parlamento y esos sitios la gente va a lucirse, que le gustaba mucho estar entre nosotros porque él era un socialista de base, bueno, hizo un poco de populismo y demagogia, pero Bustarviejo me decía luego:
—No creas, él es así, está más cerca de nosotros, Alfonso es el que llevó a Felipe al partido, en Sevilla, Alfonso ama el partido, Felipe lo utiliza, por cierto que ahora no andan muy bien entre ellos, Felipe es una creación de Guerra y eso nunca lo perdona el que ha sido creado, es lo del aprendiz de brujo, bueno, ya se nota que yo le tengo un especial cariño a Alfonso ¿no? Guerra había reconocido en seguida a Bustarviejo y le dio un abrazo de saludo y otro de despedida, cuando se hubo ido, le pregunté a Bustarviejo por qué no le había planteado sus quejas, lo de las colaboraciones, el puestecillo que mi amigo quería en la FSM, todo eso, y él que de ninguna manera, que hay que mantener el decoro, que no se puede ir de pedigüeño, que esas cosas tienen que salir de los demás. Pero, mientras Guerra hablaba, yo le había visto a Bustarviejo limpiarse las gafas, y a lo mejor se estaba limpiando una lágrima, de modo que cruzamos al bar, que ya se sabe, las penas con pan son menos. (El Bustar, jubilado, se había venido al pueblo.)

Francisco Umbral, El socialista sentimental, 2000, paginas 15-16.


Para mi la lectura de este libro fue un descubrimiento de un gran escritor español, lo comparaba con Galdós, en cuanto que siempre transcurren sus novelas en un trasfondo histórico, donde los temas políticos y sociales son muy destacados. Eso sí, con una visión y agudeza de quien sabe lo que dice. En esta novela ocurre casi al contrario, la historia de amor y desamor transcurre como de fondo, para ir proyectando uno tras otro diversos sucesos de la historia de España de los años 80 y 90.
Tiene una gran cantidad de libros, todos los que he leído son muy buenos, pero éste sobre todo me encanto. No leía sus columnas en el diario el Mundo, pero al igual que Pérez Reverte sacó en tres tomos una recopilación de sus artículos, me parece imprescindible poder acceder a los artículos de Umbral, porque desde su propia mirada al mundo había una persona inquieta e inconfo

No hay comentarios:

Publicar un comentario